
En plenos «veintes de sus veintes», a finales del invierno y justo antes de la llegada de la primavera, la realidad parecía tomar forma y organizarse a partir del infinito de la creación de todas las existencias.
El crudo invierno había hecho gritar su alma y casi renunciar a la experiencia de la vida, pero había logrado sobrevivir y volver renovada, cada vez más vibrante e inquebrantable, una respetada resiliencia.
Los diferentes sonidos creaban temas musicales que hacían suspirar, mientras la piel parecía caerse y los colores comenzaban a organizarse para crear algo nuevo. La humanidad se reflejaba en un hermoso espejo de cristal, tratando de hablarle al alma. La desesperación se había convertido en una espera paciente de organización, llamando hacia el futuro. Sabía que debía atravesar el puente para llegar al otro lado. Había llegado el momento en el que tendría que descubrir cómo crear sus propias instrucciones.

La desnudez caminaba por el pequeño espacio físico, las hojas de los árboles caían todas juntas, y el aliento de vida se desvanecía. El cerebro humano usaba la única energía que tenía para obligar al cuerpo a alimentarse, pero nadie parecía querer comunicarse. El cerebro encendió el botón de pánico del espacio en el que existía y se motivó con el sonido para hacerlo reaccionar.
La vista se quedaba inmóvil, mirando hacia el infinito del mundo exterior mientras que en su interior experimentaba un sabor a muerte. Sin embargo, el cerebro sabía que el cuerpo que habitaba seguía con vida y que no se rendiría. El agua caía a raudales por el interior del recipiente humano, mientras que la comida se deshacía de una forma extraña.
El cerebro seguía corriendo desesperado, inspeccionando una y otra vez los signos vitales, y en las oscuras noches se aseguraba de poner aceite a la maquinaria que hace suceder a la respiración, para mantener el cuerpo humano con vida. La silueta humana se levantaba en deshoras, mientras trataba de continuar con una existencia que no parecía tener sentido.
El alma se había encerrado en un lugar con llave y gritó que no saldría hasta que el cuerpo fuera agradecido de ser su hogar. Los cables se habían desconectado y el cerebro trataba de crear un álbum con memorias traducidas a imágenes del pasado, pero estas imágenes parecían provenir de aquello que no se quería recordar..

¿Cómo se puede salir de un lugar así?
La divinidad sabía que se trataba de un trance y que tendrían que trabajar todos juntos para poder salir de ahí. También se sabía que había preparación adecuada para enfrentarlo sin usar ninguna de las fugas de escape. Entonces, empecé a hablar conmigo misma y a exigir escucharme a mí misma. El alma miró al cerebro y ambos acordaron inspeccionar en qué punto se habían separado, pues desde ese lugar debían volver a tomar la narrativa de su historia. Se quedaron varios días repasando día por día, evento por evento, hasta que llegaron a un lugar interesante. El suceso que los había separado fue inesperado: aquella noche en el Paraíso del Pacífico cuando busqué enamorarme y sabía que no estaba emocionalmente disponible para hacerlo. Mi humanidad estaba enfrentando tantas nuevas decisiones y tantos nuevos cambios, pero por un momento dejé toda esa acumulación en un lugar para más tarde y decidí enamorarme, usando de forma inconsciente una línea de escape.
Se fue formando un agujero que parecía empezar a tragarse todo en su camino, parecía ser insaciable. No fue culpa de nadie más, fue la dureza de los nuevos enfrentamientos que querían refugiarse en el amor para hacerlo más liviano. Pero, ¿qué pasa cuando el otro también está en una experiencia similar? Se armó entonces un fuego de dos almas drogadas de pasión, hambrientas de control y desesperadas por un futuro incierto.

Entonces, después de verme desnuda frente al espejo, agarré valor de mi último almacenamiento de energía y fui con todo para enfrentarlo. Vi la otra cara y le dije fuerte: «Tienes que irte. No podemos seguir haciéndonos esto. Ambos necesitamos espacio para recuperar la conversación individual, para estar en sintonía con nosotros mismos primero antes de buscar sintonizar con alguien o algo del exterior». Y fue en ese momento en donde recuperé mi narrativa justo en el punto exacto en donde la había dejado.

El cuerpo empezó a respirar por sí solo otra vez y me empezó a interesar el movimiento de este. Algunas de las mañanas posteriores a tu despedida, el pecho empezaba a doler tanto que no sabía cómo tranquilizarlo. Volví a respirar de forma consciente y con cada inhalación y exhalación, mi maquinaria humana parecía curarse a sí misma. Tenemos el poder de curarnos a nosotros mismos.
Me quedé de repente en un lugar lleno de cuestionamientos…
¿Será suficiente esta vida para experimentar y responder a todos ellos? El amor sigue siendo algo difícil de expresar con palabras, tal vez seguimos aquí tratando de descifrarlo. El sonido de las risas de los recién enamorados parece hacer que la vida fluya naturalmente, el tiempo parece detenerse y todo lo que se ha vivido antes y todo lo que se quiere vivir en el futuro, en ese momento parece guardar silencio para que dos seres puedan ser uno y escucharse mutuamente. Quizás eso es lo que se extraña al morir, esa oportunidad de vernos en la existencia del otro y reconocer que somos algo infinitamente hermoso, y que deseamos con toda fe el poder conocernos en todas nuestras formas.

Volver a la conversación interna y seguir en la narrativa de nuestra propia experiencia de vida nos da una visión amplia de nuestro propósito, nos hace comprender que esto es temporal y que debemos ser agradecidos. Aquellos con quienes nos vinculamos y elegimos como compañeros de vida, deben sentir el honor de compartir su presencia así como nosotros debemos sentirnos honrados de poder compartir la existencia de ellos.
Pienso que la única forma de poder acceder a esta visión tan honesta y clara es cuando nos hemos dado la oportunidad de vernos a nosotros mismos primero. Y aunque en el camino a esto, compartir relaciones con otros seres humanos nos puede ayudar a un aprendizaje en conjunto, solo podremos disfrutar de la belleza del amor cuando hayamos juntado todas esas piezas de nuestro rompecabezas. Quizás haya una pieza partida restante a la mitad, para cada uno que se une cuando hayamos elegido de forma consciente la compañía del otro.
¿Cuáles son las historias de amor que hemos crecido escuchando? ¿Cuántas partes hemos omitido antes del «y vivieron juntos y felices para siempre»?
Al retomar, o tomar la conversación interna y ser el narrador de nuestra propia historia, puedes elegir contarte las historias de amor que te gustaría experimentar. También puedes contarte todo lo que has aprendido hasta ahora sobre este tema con la experiencia de tus relaciones pasadas, tomar la inspiración para enfrentar los verdaderos aprendizajes, y exhalar para que la parte oscura siga fluyendo con el viento y podamos respetarla como una gran maestra.
Agradezco a los hombres con los que he compartido verdadera intimidad hasta ahora, agradezco haber tenido la oportunidad de ver sus hermosas estructuras humanas, de hablar desde mi corazón, de escuchar su respiración y estar ahí aprendiendo el uno del otro. Agradezco cuando hemos sido uno y hemos entrado a ese bendito silencio, en ese espacio eterno donde nos hemos ayudado a sanar. Agradezco cuidar mi cuerpo como un hermoso templo, y saber que solo puede abrir su sagrado espacio ante aquel con quien el alma sintonice.
Gracias vida, gracias universo y gracias energía creativa.
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